sábado, 6 de septiembre de 2008

El Hotel de los Inmigrantes

Ciudad: Buenos Aires, Argentina
Comprensión vista satelital
Azul- Estación de Retiro.
Verde - Torre de los ingleses.
Violeta - Plaza Canada, el Totem.
Rojo - Hotel de los Inmigrantes actualmente museo.

Estación de Retiro

Torre de los ingleses

Plaza Canada y el Totem

El Hotel de los Inmigrantes
Av. Antártida Argentina 1355
CP 1104ACA
(011) 4317-0285

La Argentina fue uno de los países del Nuevo Mundo que más inmigrantes recibió en el período de emigración de masas. Si bien en términos absolutos la cantidad de inmigrantes que se instalaron en el país entre 1880 y 1930 fue inferior a la de los que se dirigieron a los Estados Unidos, la Argentina fue el país que tuvo la mayor proporción de extranjeros con relación a su población total. De acuerdo a los datos del censo de 1914, una tercera parte de los habitantes del país estaba compuesta por extranjeros.
¿Por qué tantos inmigrantes decidieron instalarse en este país? ¿Qué ofrecía la Argentina como factores de atracción durante la época de las migraciones masivas?.
Hay que considerar que desde las últimas décadas del siglo XVIII el país ingresó en una etapa de expansión económica sin precedentes, acompañada por un proceso de pacificación política y de consolidación de las instituciones.
Todo ello favoreció la llegada de inmigrantes, y convirtió a la Argentina en uno de los destinos mas privilegiados.


El hotel es un edifício singular por su belleza y ubicación, presenta una fachada de líneas sobrias y sencilla ornamentación.
Su estructura es de hormigón armado, con un sistema de vigas, losas y columnas . Es interesante destacar que se trata de una de las primeras obras en Argentina donde se utilizó el hormigón armado como sistema estructural.
Esto dio como resultado grandes salones libres de estructura en todas las plantas, espacios diáfanos y luminosos que permitieron albergar cómodamente a miles de personas.
Paralelo al río, el edificio conforma un rectángulo de 100 metros de largo por 26 de ancho que se organiza con una gran calle interior, longitudinal, generada por una doble hilera de columnas, hacia la que se vuelcan todos los espacios, salvo en el centro, donde la circulación se abre para conformar el gran comedor en la planta baja, y ámbitos de reunión y esparcimiento en los pisos superiores. En los extremos se disponen cuatro amplias escaleras de mármol que comunican verticalmente con todas los niveles. En planta baja se ubican el que fuera comedor, junto con la cocina y servicios auxiliares. En los pisos superiores cuatro dormitorios por planta, proyectados para albergar doscientas cincuenta personas cada uno. Una doble hilera de ventanas, repartidas hacia el exterior y la circulación longitudinal, ventilaban e iluminaban estos espacios. Los servícios sanitarios, exteriores al edifício, reflejan un criterio de la época.

Para los emigrantes el viaje comenzaba en el momento en que partían de su pueblo natal para dirigirse a los puertos. La partida solía ser un acontecimiento colectivo, en el que eran protagonistas grupos de parientes y paisanos que se dirigían al exterior de acuerdo a un itinerario prefijado. Desde mediados del siglo XIX el medio de transporte hacia los puertos fue el ferrocarril, y los barcos a vela fueron siendo reemplazados por los vapores en los viajes transatlánticos.
Los emigrantes se dirigían a los distintos puertos según la cercanía respecto a sus lugares de origen y a las facilidades que las distintas compañías ofrecían. Partían mayoritariamente de Génova, Trieste, Nápoles, El Havre, Burdeos, Hamburgo y los puertos españoles.
La emigración masiva fue un negocio muy lucrativo para las compañías de navegación. Los armadores lograron obtener bajos costos de transporte reduciendo la tripulación, sirviendo comida de escasa calidad, ofreciendo a los emigrantes espacios reducidos y precarias condiciones de higiene a bordo. Los testimonios de los protagonistas y de los médicos y funcionarios destinados al control sanitario ofrecen una imagen dramática del viaje, acechado por enfermedades e incomodidades.

Las precarias condiciones de las naves llevaron a las autoridades de los diversos países a regular los aspectos sanitarios del viaje, concentrando su atención en los requisitos que debían cumplir las naves, para evitar la aparición y difusión de enfermedades infecciosas. La voluntad de los gobiernos por garantizar buenas condiciones sanitarias contrastaba con los intereses de las compañías de navegación. Para las compañías, el objetivo era el de embarcar el mayor número de pasajeros, sin respetar las disposiciones legales. El viaje se transformaba para los emigrantes en una pesadilla de gentío, de malos olores, de exceso de frío o de calor, según las estaciones, y más en general de intolerable promiscuidad.

Las diferencias sociales se hacen evidentes desde el momento del embarque en los buques. Edmundo De Amicis ha dejado un dramático testimonio de ello en su libro Sull'Oceano. Dice De Amicis: "El contraste entre la elegancia de los pasajeros de primera clase, los guardapolvos, las sombrereras, junto a un perrito, que atravesaban la multitud de miserables: rostros y ropas de todas partes de Italia, robustos trabajadores de ojos tristes, viejos andrajosos y sucios, mujeres embarazadas, muchachas alegres, muchachones achispados, villanos en mangas de camisa.(...) Como la mayor parte habían pasado una o dos noches al aire libre, amontonados como perros en las calles de Génova, no podían tenerse en pie, postrados por el sueño y el cansancio. Obreros, campesinos, mujeres con niños de pecho, chicuelos que tenían todavía sobre el pecho, la chapa de metal del asilo donde habían transcurrido su infancia, (...)sacos y valijas de todas clases en la mano o sobre la cabeza; Fardos de mantas y colchones a la espalda y apretado entre los labios el billete con el número de su litera(... Dos horas hacía que comenzara el embarque, y el inmenso buque siempre inmóvil (... Pasaban los emigrantes delante de una mesilla, junto a la cual permanecía sentado el sobrecargo, que reuniéndolos en grupos de seis, llamados ranchos, apuntaba sus nombres en una hoja impresa (...) para que con ella en la mano, a las horas señaladas, fuera a buscar la comida a la cocina.

Después del largo viaje, por fin la llegada al puerto de Buenos Aires, extenuados pero con la alegria de un futuro mejor. El acto de desembarco consistía en el abordaje de una junta de visita a cada barco que llegaba, a fin de constatar la documentación exigida a los inmigrantes, de acuerdo a las normas, y permitir o no su desembarco. El control sanitario también se realizaba a bordo, por un médico asignado a ese fin. La legislación prohibía el ingreso de inmigrantes afectados de enfermedades contagiosas, inválidos, dementes o sexagenarios. La revisión de los equipajes se llevaba a cabo en uno de los galpones del desembarcadero destinado a ese fin, una vez ya cumplimentados los requisitos de entrada, eran llevados a las dependencias del hotel.
En la planta baja el comedor, con grandes ventanales hacia el jardín, la cocina y las dependencias auxiliares, en los pisos superiores los dormitorios. Había cuatro dormitorios por piso, con una capacidad para doscientas cincuenta personas cada uno, lo que significa que en el hotel podían dormir cuatro mil personas.
A los inmigrantes los despertaban las celadoras, muy temprano. El desayuno consistía en café con leche, mate cocido y pan horneado en la panadería del hotel, durante la mañana, las mujeres se dedicaban a los quehaceres domésticos, como el lavado de la ropa en los lavaderos, o el cuidado de los niños, mientras los hombres gestionaban su colocación en la oficina de trabajo.

Se habían dispuesto turnos de almuerzo de hasta mil personas cada uno. Al toque de una campana, los inmigrantes se agrupaban en la entrada del comedor, donde un cocinero les repartía las vituallas. Luego ellos se instalaban a lo largo de las mesas a esperar su almuerzo. Este consistía, generalmente, en un plato de sopa abundante, y guiso con carne, puchero, pastas, arroz o estofado.
A las tres de la tarde a los niños se les daba la merienda. A partir de las seis comenzaban los turnos para la cena, y desde las siete quedaban abiertos los dormitorios.
Cuando ellos llegaban al hotel, se les entregaba un número que les servía para entrar y salir libremente, y conocer de a poco la ciudad.
El alojamiento, gratuito, era por cinco días, por "Reglamento", pero generalmente se extendia por caso de enfermedad o de no haber conseguido un empleo.

Oficina de Trabajo

Nació como una dependencia de la Comisión de Inmigración en el año 1872, y cumplió un rol importante dentro de las actividades del Hotel.
Su tarea consistía en la búsqueda de trabajo, colocación y traslado de los inmigrantes al sitio donde hubieran sido solicitados. Paulatinamente, la oficina de trabajo extendió sus funciones. Hacia 1913 contaba con salas destinadas a la exposición de maquinarias agrícolas y la enseñanza de su uso para los hombres, oficina de colocación para las mujeres, oficina de intérpretes, proyecciones
Enseñanza de labores domésticas a las inmigrantes en el Hotel. 1914. (Archivo General de la Nación) acerca de la riqueza nacional y descriptivas de la república; asimismo, una oficina dactiloscópica encargada de confeccionar las cédulas de identidad de los inmigrantes, de acuerdo al "moderno sistema Vucetich".
El cargo de director, de gran prestigio, contó con nombres como los de Juan A. Alsina y Juan P. Ramos.
En la planta baja funcionaba una sucursal del Banco de la Nación Argentina, cuyo propósito era el de facilitar a los inmigrantes las operaciones de cambio.

Hospital

Equipado con los elementos más modernos de su época, al hospital le cupo la función de atender a los miles de inmigrantes que arribaron a Buenos Aires afectados, sobre todo, por enfermedades vinculadas a las vicisitudes del viaje, la mala alimentación, las penurias.

1 comentarios:

Blogger Unknown ha dicho...

Qué palabra puede expresar todo el sufrimiento, la soledad y el desconcierto de todas esas personas?


He agrandado cada foto y cada una de ellas me transmitió una energía tan especial que por un momento sentí en mi propia sangre ese padecer, mi abuela con 12 años estuvo en esos camastros subiendo y bajando esas escaleras, dios mío que suerte que por lo menos tuvo ese lugar al llegar en ese desamparo tan terrible- Gracias al Hotel y gracias por mostrarlo tan espectacularmente a través de esta crónica perfecta-El relato y las fotos son extraordinaras-Gracias por Revivirlo en cada nieto de inmigrantes como es mi caso-EXCELENTE!
Esa niña de 12 años se llamaba Concepción, partió de Vigo sola, vivía en Valles de San Román Asturias, y fué un ejemplo de vida-Creo que este artículo es un precioso y merecido homenaje a cada uno de ellos-
Susana Argentina nieta de Concepción Riaño

7 de septiembre de 2008, 5:55  

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